El silbato – cuentos infantiles ilustrados de ayer

El silbato – Cuentos infantiles ilustrados de ayer

Ocurrió en Grecia hace mucho tiempo.
Lykas, un joven pastor vestido con pieles de cordero y calzado con sandalias de cintas hasta las rodillas, guardaba las cabras de su amo tocando el caramillo. Lo hacía maravillosamente bien y todos gozaban escuchando su música.
Quería mucho sus cabras y las cuidaba con gran cariño. Las cabras eran sus amigas y lo seguían dócilmente a todas partes. Su amo tenía otro pastor para guardar sus corderos, Tim; un muchacho bastante bruto que golpeaba con su bastón a los pobres animales, los cuales lo seguían tristemente.
Los dos pastores se encontraban a menudo en la aldea con Mitta, una jovencita de pelo rubio y dulce voz. Mitta pedía a Lykas que tocara el caramillo, lo que el muchacho hacía encantado; en señal de gratitud, la joven le regalaba flores.

El silbato de Lykas
El pastorcillo Lykas mientras tocas su silbato

Tim estaba celoso porque Mitta le reprochaba los malos tratos que daba a los corderos y a su perro Tix. Un día, los corderos y Tix huyeron hacia la colina: tanto era el miedo que les infundía Tim. Éste preguntó a Lykas si había visto a su perro y el rebaño.
—No —respondió el pastor—. No sé dónde están
«Naturalmente —pensó Tim mientras se alejaba—, prefiere tocar su caramillo para Mitta que ayudar a un amigo.» El amo riñó severamente a Tim al saber, por la tarde, que no había encontrado el rebaño. «La culpa de todo la tiene Lykas», pensaba Tim.
Un día que Lykas estaba durmiendo a la sombra de una gran encina, mientras las cabras pacían en los verdes prados de los alrededores, Tim cogió el caramillo y metió en su interior, lo más adentro que pudo, una bellota.
—Ahora no podrá tocar más su caramillo y Mitta no le hará caso. Volvió a poner el caramillo donde estaba y se fue. Al despertar, Lykas reunió las cabras y tomó el camino de vuelta a casa del amo. Antes de llegar a ella se encontró con Mitta y quiso tocarle una tonadilla que le gustaba mucho a la joven. Pero del caramillo sólo salió un sonido estridente: ¡Pum !… Lykas, sorprendido, probó otra vez, pero de nuevo salió un sonido agudo: ¡Píiii !… Mitta le rogó que volviera a soplar. ¡En vano ! El caramillo hacía: ¡Píiii! ¡Mili!
Lykas y Mitta estaban desolados; de pronto vieron que el rebaño y el perro de Tim corrían hacia ellos.
—Mira —dijo Mitta—: el sonido de tu caramillo los ha hecho venir.
—Ven, rápido —respondió Lykas—. Vamos a decirle a Tim que hemos encontrado su rebaño. Se pondrá muy contento.
Tim quedó avergonzado; no sabía cómo agradecérselo a Lykas y le confesó que había metido una bellota en su caramillo. Lykas lo perdonó y le dijo:
—Te lo regalo. Con él podrás llamar a tus corderos. Pero no vuelvas a pegarles bastonazos… Yo me tallaré otro caramillo de una buena caña. Y Tim se fue, brincando y soplando el SILBATO que, por casualidad, acababa de inventar. Desde entonces, los niños se divierten con los silbatos…, y silban, silban tanto que, a veces, ensordecen a los demás con sus penetrantes sonidos.