Las mariquitas

Las mariquitas- Cuentos infantiles de ayer y siempre

Hacia muy poco tiempo que el pequeño Juan y sus padres habían llegado del norte, donde los inviernos son muy fríos y nieva en abundancia. Estuvieron todos de acuerdo en que aquel país era muy hermoso y decidieron invertir todos sus ahorros en la compra de una casita y un reducido naranjal.
—Nos quedaremos a vivir siempre aquí —dijo el padre.
A Juan lo sorprendió agradablemente la suavidad del clima. Durante toda la mañana del día de Navidad —la primera Navidad que pasaba en su nuevo hogar— estuvo correteando por el pequeño campo de naranjos. Lucía un sol radiante.
En una estrecha grieta del brocal del pozo descubrió por casualidad un precioso insecto de color naranja, con multitud de motas negras. Era la primera vez que veía algo parecido. Cogió delicadamente el pequeño insecto entre el pulgar y el índice y corrió a enseñárselo a su madre.
 
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—¿ Has visto alguna vez un insecto como éste? —le preguntó.
La madre sonrió, acariciando la cabeza del niño.
—Es una mariquita —le explicó—. Un insecto muy beneficioso para todos los agricultores. En otros tiempos, durante la Edad Media, estuvo dedicado a la Virgen María.
—¿Crees que debo permitir que se escape ?
—Desde luego —dijo ella—. Deja que ese animalito vuelva a ser libre.
Juanito no protestó. Abrió el puño y sopló sobre la palma de la mano, invitando a la mariquita a que emprendiera el vuelo.
—Me gustaría mucho quedarme siempre con-tigo —le dijo—. Pero hoy es el día de Navidad y te devolveré la libertad.
La mariquita voló hacia el próximo bosque, en busca de un refugio confortable donde acabar de pasar el invierno, y Juan regresó a casa con la satisfacción que siempre produce el haber hecho una buena acción. Pasaron las fiestas de Navidad, llegó un nuevo año y el sol fue calentando cada vez con más fuerza, anunciando la llegada de una próxima primavera. Una tarde, su padre regresó a casa muy preocupado.
—Nuestros naranjos se mueren —explicó—. Una plaga de cochinillas está destruyendo todos los árboles.
Aquello significaba la ruina. En efecto, existen unos minúsculos insectos llamados iceryas que atacan sin piedad todos los naranjos y limoneros, a los que matan rápidamente.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó la madre.
El padre de Juan movió la cabeza de izquierda a derecha.
—Creo que no hay remedio —dijo con voz sombría.
Aquella noche Juan se sintió muy triste y no pudo conciliar el sueño hasta muy tarde. Pero al día siguiente, al despertarse, descubrió a doña Mariquita sobre el rayo de sol que venía a caer justamente sobre su almohada.
—Conozco cuál es vuestro problema y quiero ayudaros —dijo al niño, moviendo sin cesar sus antenas—. Tú me devolviste la libertad cuando creí que todo había terminado para mí. Ahora quiero corresponder a tu rasgo. Yo y todas mis hermanas, que esperan ahí fuera, acabaremos en un momento con todas esas cochinillas.
Juan se dijo que todo era demasiado maravilloso para que pudiera ocurrir realmente. Pero doña Mariquita, a la cabeza de cientos de miles de otras compañeras, volaron hacia el naranjal y exterminaron rápidamente a los voraces insectos. Los naranjos recuperaron entonces su vitalidad, la cosecha se salvó y los padres de Juan volvieron a sonreír gracias a la buena acción que su hijo había realizado precisamente el día de Navidad…